lunes, febrero 19, 2007

El día que lo di todo

A Fran porque desde el día que tuve mi primera
Conversación con él, supe que me encontraba ante
Otro herido como yo.


Hubo una vez en la que, derrotado y sangrando, dije que no lo volvería a hacer, que no volvería a caer en lo más ínfimo del ser humano. Un día golpeé mi boca porque me contradecía, porque no me sentía yo, era incapaz de reaccionar ante la locura suprema, la que me atenazaba los cojones, el cerebro y el corazón, el que me impedía pensar con cordura, el que me impedía ironizar, ser feliz en la más pueril de las felicidades.
Deseché la flor pálida que me hacía llamadas al teléfono móvil ofertándome sus cariños, como una vil puta que se ofrece al mejor postor. Fue el mismo día en el que supe que mi apellido era tan efímero como mi actitud, como mi personalidad, como mi propia persona. No conseguí encontrar el término medio, no pensaba en las consecuencias y malvivía del acto, esperé a que la flor pálida se olvidase de las promesas y sus lágrimas las secase cualquier tipo listo que supiese apreciarla y no malgastarla, no utilizar su perfume para derrotarla, y hacerla creer que la maldad era su única manera de vivir. La flor pálida no era así, pero, en esos últimos minutos, en esos últimos tiempo llenos de ira, yo lo creí, lo creí de tal manera, casi enfermiza, que intenté borrar su perfume de mi cerebro, y continuar la vida mirando a la Mezquita y no perder la cabeza a la Giralda, ser el San Rafael y no el Giraldillo. Se perdió la ternura para siempre.
El coche arrancó casi a la fuerza, y yo, corrí unos minutos detrás de él, necesitaba la libertad de correr, de creerme en una tibia sabana, rodeado de ocre y enfermizos árboles. Como en un mal sueño, pensé que no podría levantarme, que las sábanas de mayo se habían echado sobre mí para cubrirme de la dureza de la vida real. Y creí que los amigos eran el apoyo esencial que me sacarían de las burdas cloacas de lagartos, lagartas y gente que esperaba de mí el morbo del desvalido, para consolarme y usarme para apagar sus verdaderas frustraciones. En ese momento, supe reaccionar y derrotar la maldad humana, conseguí el término medio y vomité sobre los poemas que Machado dedicó a su mujer muerta, y en todos los poemas de amor que se habían escrito hasta el momento. Pero no así en las canciones, descubrí entonces a Gardel y supe que había sufrido tanto como yo, el llorón más espectacular jamás imaginado, se había transformado en mi nuevo ídolo, en mi voz y en mis pensamientos. Articulaba palabras de odio hasta que lo escuchaba, conseguía tranquilizarme y leer de una pasada los relatos de Conan Doyle, y descubrí la literatura de misterio. Pero no conseguí descifrar el misterio de la vida, porque cuando lo creí resuelto, el teléfono móvil sonó con su musiquilla estúpida y me dijo: Te echo de menos. La flor pálida, a la que había ninguneado, me llamaba para intentar curar sus lágrimas perfumadas en mi distancia, en la distancia más que visible del cuerpo y la mente. Estábamos como en dimensiones distintas, y distintos éramos, tan distintos que mientras ella me hablaba con el corazón en un puño y la razón en el otro, yo escuchaba de fondo a Gardel. Mientras ella contaba sus penas mojadas, yo fumaba el cigarrillo que Gardel encendía, yo tomaba la copa de sus lágrimas y me sabía casi a gloria. Me echaba de menos, y eso era más que suficiente.
Desde aquel momento, supe que el día que lo di todo, fue el mismo que día que quise dar el corazón, y enviarlo por correo urgente hasta los confines del mundo, hasta las Antípodas de mi cerebro.
El día que lo di todo y lo perdí, fue el día que me enamoré.

3 comentarios:

Éboli dijo...

Oh, el corazón...pues vente un día con las malas y los malos, a lo mejor te encontramos aquí a alguien (mala, claro) para quitar las penas.

Anónimo dijo...

Aunque la palabra amor connote un sentimiento noble y vivaz, sus consecuencias no siempre son alegría y felicidad..

Bermauntier, magnífico texto, me asombraste..
Con cariño your friend Jacqueline Kennedy

Doctora Mazap_ana dijo...

Creemos que este señor no tiene "sentimientos" que solo sabe decir barbaridades y a la misma vez hacer reir a la gente, pero aquí vemos como muestra su faceta más sentimental, la que nunca mostraría en persona, o al menos, no a mucha gente, me encanta que se exprese así... adioooo