Hasta luego, Buenafuente
Ayer, jueves 28 de junio, fue el último programa de Buenafuente en Antena3 con 303 emisiones a la espalda. No las he visto todas, naturalmente, pero sí una gran mayoría y cada vez que lo veía me iba a la cama con una sonrisa.
Andreu llegó de la televisión catalana para hacer frente al todopoderoso Sardá, cuyo programa se había convertido en un desfile de señoritas de baja reputación y drogadictos que se gritaban a la cara. Buenafuente se propuso hacer un programa de humor, casi calcado al que hizo en Cataluña, para hacer divertirse a la gente a la que no le gustaban las Crónicas Marcianas. Recuerdo como me reí con sus primeros monólogos y con sus personajes, aunque tengo que reconocer que, excepto en el monólogo del princpio, el programa ha ido notando el desgaste típico. Además era demasiado largo y demasiado tarde, los personajes (que no los actores) habían perdido frescura (yo comencé a odiar al Neng antes de que lo hiciera España entera), pero llegaron otros nuevos y otros antiguos continuaban dando lo suyo. Me enamoré (en sentido figurado, eso sí) de la Niña de Shreck y me reí con Santi Clima y Superdivertidós, lo que solo me había reído con el Notario. Pero todo lo bueno se acaba, y es que un programa que acaba olvidado, relegado a horarios de madrugadísima (fíjense, ayer empezó sobre las doce y media, y eso es temprano). Espero que fiche por una cadena que lo trate bien, que lo quiera y lo cuide, que no le dé tres días, sino uno, dos como mucho, y que el programa no sea tan largo, ni tampoco en catalán porque no me enteraría.
Y ahora para terminar, algunos momentos del programa Buenafuente:
Entrevistando a Zapatero:
Anunciando su último libro: Como iba diciendo
Y este es el último momento vivido en el programa de Buenafuente:
Total, para mí es un gran pérdida, pero espero volverlo a ver en septiembre...


Estos días hacen las maletas; guardan reposo en Madrid, donde Serrat acaba de estrenar casa, y paren con ensayos y sesiones de trabajo esmerado Dos pájaros de un tiro, la gira que les llevará durante seis meses por España y América. Desde el 29 de junio, cuando arrancan en Zaragoza, hasta el 20 de diciembre, que cerrarán el quiosco en Montevideo (Uruguay), recalarán en cerca de 60 ciudades, polideportivos, plazas de toros..., en un periplo que apuesta antes por la espectacularidad, con más de diez músicos en la banda, que por el intimismo que tan magistralmente han sabido dominar ellos en otros escenarios más recogidos.
No hace falta casi preguntar qué razones les han llevado a juntarse. No lo habían hecho nunca hasta ahora en gira ni en disco. Lo primero, el puro capricho, el gustazo de compartir escenario entre dos que se admiran. Después, quizá, algo que últimamente les ha unido más si cabe: la sensación de gozar de otra oportunidad grande en sus vidas, de haber sido premiados con una suerte de resurrección.
El palo físico le replegó, y después no pudo evitar "la nube negra". Con esa precisión es como metaforea a la depresión la letra que le hizo para su canción del mismo título el poeta Luis García Montero, uno de sus amigos entre "los poetas líricos", con Ángel González, Caballero Bonald, Benjamín Prado y él, entre otros, a la cabeza, y a los que Sabina agradece siempre haberle sacado del hoyo en sus días más oscuros: "Aquello me vino por tener la sensación de envejecer regular, tirando a mal, y porque la nariz ya sólo me servía para respirar", dice el artista.
Tampoco es difícil deducir quién organiza el cotarro y quién se encomienda a las órdenes, el horario, la hoja de ruta y el ritmo que marca Serrat sin que esto genere el más mínimo resquemor en Sabina, que se conoce, que se autoproclama anárquico, caótico y al que no es difícil oír una y otra vez: "Lo que tú digas, Nano".


